En el siglo IV a.C., un ciudadano griego llegó a convertirse
en el “tirano” (en la antigua Grecia, persona que ejercita el poder absoluto)
de la ciudad-estado de Siracusa, en Grecia. Me refiero a Dionisio I el viejo,
que gracias a su constante vigilancia y desconfianza logró mantenerse en el poder
y hacer de Siracusa un importante centro económico de la zona.
Cuenta la leyenda, que un cortesano llamado Damocles
manifestaba en público, siempre que tenía ocasión, la envidia que sentía por la
situación privilegiada ocupaba Dionisio. Sus palabras llegaron a oídos del “tirano”,
que respondió ofreciendo a Damocles su puesto durante toda una noche.
Obviamente aceptó encantado. La noche del acontecimiento, el cortesano fue
recibido con un banquete invitado a ocupar el sitio de honor. Pero se topó con
la desagradable sorpresa de que sobre su cabeza había una espada colgada de un hilo.
Dionisio contó al aterrado comensal que su vida siempre estaba amenazada y que
si Damocles quería ser “tirano” debería soportar la espada durante toda la
noche.
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